El mar, pensé en el mar aquella tarde,
las doradas arenas de mi sueño.
Un cálido sopor nos envolvía,
irrealidad doliente de tu cuerpo.
Pensé en el mar amado y en la orilla
donde dejaba el agua su lamento
y con la brisa suave a mi memoria
volvió la eternidad del primer beso.
Lejano atardecer apasionado
colmado de caricias y silencio.
La nave levó anclas y el olvido
llenó de soledad el viejo puerto.
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