Leí este libro hace algunos años, y reconozco que todavía esta vigente, que de él se pueden sacar consecuencias muy válidas para la comprensión del juego democrático. J.J. Linz ha tenido detractores. Y los seguirá teniendo... (Porque les conviene a muchos...)
Linz no cuestiona la democracia. Lo que hace es cuestionar el funcionamiento de la democracia, su sistema, que no le convence. Ni a mí tampoco.
El sistema democrático falla desde el momento en que no existe comunicación entre el elector y el elegido.
Una vez se ha entregado el voto de manera incondicional, el elegido puede hacer lo que le venga en gana durante cuatro largos años, sin que haya ningún tipo de censura ni de control por parte del ciudadano.
Ahora bien, ¿por qué pierde legitimidad el sistema democrático?
Pues porque el ciudadano observa una serie de fallos, una serie de compromisos que no han sido cumplidos, una serie de promesas que no han sido satisfechas, un conjunto de decepciones, en fin, que lo llevan a desconfiar de sus gobernantes.
Democracia sin credibilidad..., pues papel mojado.
Y el elector no puede hacer nada...
Un partido presenta un programa. Convence a una mayoría de votantes, que le confieren su mayoría parlamentaria.
El programa se presenta como un ente sagrado, monolítico, un sólido bloque del más duro mármol.
Hasta que comienzan a aparecer grietas y fisuras, y el conjunto se reduce a un montóncito de arena que se lleva el viento.
No, no, que esto es un error¡
Insisto en que, si, como en las antiguas democracias, el día a día defenestrara a quienes regaban fuera del tiesto, que solía ser en su tiesto particular..., nuestros políticos se lo pensarían dos veces. Pero hoy, ¿quién controla a nadie?
Todo falla.
Ese es el eje primordial del asunto.
Y otra cosa, que no es menor importante:
Cuando el político pretender institucionalizar su posición, es decir, agarrarse como una lapa a su sillón y no soltarlo, se constituyen gobiernos sin fuerza, débiles y acomodaticios. El país, y en consecuencia los ciudadanos, son los que salen perdiendo.
El Sr. Sarkozy demuestra que tiene fuerza, que le importa un bledo lo que digan o dejen de decir, que si tiene que endurecer la postura en cuestiones como inmigración, por ejemplo, no se corta un pelo.
Eso es una postura coherente.
Y lo que da la puntilla al sistema democrático, es la llamada "DISCIPLINA DE PARTIDO".
!Horror de horrores!
Un diputado,aunque no esté de acuerdo con una propuesta de su partido, deberá votarla, porque sí, porque el partido lo manda.
Enorme error. En anular conciencias, y aborregar mentes.
Y si hay desobediencia, patada y a la p... calle.
La disciplina de partido, hunde el sistema.
La disciplina de partido, acaba con la democracia.
Y si lo que queda es una democracia con menos fuerza que un tigre de papel, apañaditos vamos todos.
jueves, 15 de mayo de 2008
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