En la etapa de transición y en los principios de nuestra democracia, una manifestación era algo que iba de boca en boca. Que producía su efecto, y que, de alguna manera actuaba de revulsivo frente a algo que no funcionaba.
!Hasta el gobierno se las tomaba en serio¡
Que ya es decir...
Pero como del uso al abuso sólo hay un paso, pues así estamos.
Hoy, una manifestación sólo sirve para que los medios tengan algo de qué hablar en el plano político y social, para que hagan unas fotos, compongan unos titulares y nos ofrezcan unos segundos de imágenes televisivas. O para que algunos "se hagan la foto".
Nada más.
El ejecutivo es inmune a estas convocatorias.
Ya está vacunado, ya no sufre.
Sea del color que sea.
Dudo del poder de las manifestaciones.
Si se produjeran en USA, donde la oponión pública es capaz de sepultar en vida a un presidente, seguro que tenían su efecto.
Aquí, pues no...
No sirven de nada...
Incluso los ciudadanos protestan porque otros se manifiesten...
Sobre todo los conductores...
Y es que la abundancia mata el hambre, como dice el refrán. La abundancia de eventos en los que los ciudadanos se manifiestan, y que muchas veces, triste es decirlo, caen en lo meramente folclórico, hace que las manifestaciones hayan perdido fuerza, hayan perdido la capacidad de hacer reflexionar a quienes tienen que hacerlo.
Ya son son capaces de cambiar actitudes, ni ejercen ninguna presión.
"Mira, mira, se están manifestando... ¿Qué querrán esta vez? Anda, cierra la ventana que hay corriente..."
jueves, 22 de mayo de 2008
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