He soñado con rosas cristalinas
en el confín dorado de la tarde.
La noche ha desceñido suavemente
su plácida quietud algodonosa.
Como un pájaro tibio que habitara
en un lugar feliz del pensamiento
siento dentro de mí tu tierna imagen
latiendo al ritmo lento del ocaso.
No me dejaste huellas de tu paso
tan breve, tan fugaz, como una estela
de raudos arcoiris; como un sueño
apenas comenzado y ya el olvido
te modeló con su inestable arcilla,
inalcanzable luz de los sentidos.
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