Me gustaría contaros el primer momento triunfal del caballero D´Artagnan:
"La bravura siempre es respetada, incluso en un enemigo. Los mosqueteros saludaron a Biscarat con sus espadas y las devolvieron a la vaina. D´Artagnan hizo otro tanto, y luego, ayudado por Biscarat, el único que había quedado en pie, llevó bajo el soportal del convento a Jussac, Cahusac y a aquel de los adversarios de Aramis que sólo había sido herido. El cuarto, como hemos dicho,estaba muerto. Luego hicieron sonar la campana y, llevando cuatro de las cinco espadas, se encaminaron, ebrios de alegría hacia el palacio del señor de Tréville.
Se les veía con los brazos entrelazados, ocupando todo el ancho de la calle, y agrupando tras de sí a todos los mosqueteros que encontraban, por lo que, al final, aquello fue una marcha triunfal. El corazón de D´Artagnan nadaba en la ebriedad, caminaba entre Athos y Porthos apretándolos con ternura.
-Si todavía no soy mosquetero-dijo a sus nuevos amigos al franquear la puerta del palacio del señor de Tréville-, al menos ya soy aprendiz, ¿no es verdad?"
"Los tres mosqueteros", el increíble folletín de Alexandre Dumas, me emocionó profundamente en mi recién comenzada adolescencia.
Valores como la amistad, la bravura, el honor, la valentía, el amor, calaron en mi alma de adolescente ávido de hallar un sentido a la vida.
En aquel tiempo estaba enamorado, o eso creía. Una chica morena, de mi edad, me llevaba de cabeza. Y yo me sentía como su caballero protector, capaz de dar la vida por ella. El caso es que ya no recuerdo su nombre, y su rostro ha desaparecido en la niebla del tiempo.
Recuerdo mejor las hazañas de los mosqueteros, aunque ella fuera real y ellos no.
!Cosas de la vida¡
sábado, 14 de junio de 2008
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