"Tráteme usted de don, me dijo un día,
de don, porque merezco esa atención,
que tiempo me ha costado ser un don
y serlo no es ninguna nadería."
"Me place su don-osa don-osía,
-repuse ya entre serio/socarrón,
su don es como el don del algodón,
y sin algo su don no existiría."
Se despidió de mí tieso y ufano,
más hueco que si fuera san Canuto
y para mis adentros me reía
seguro de que en menos de un minuto
tratando con Mengano y con Zutano
les espetó la misma don-tería.
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