El Filósofo, amigo del Coco, vive cerca de un pueblo.
Decir cerca..., bueno, a unos seis o siete kilómetros.
Pero desde su casa puede verlo sin dificultad.
El pueblo está asentado a medias entre la ladera de una colina y el comienzo del llano, orientado al sur, así, todo el año recibe la caricia del sol y la misma colina lo defiende de los vientos que soplan desde las montañas, que están hacia el norte.
Tiene algo más de trescientos habitantes.
¿Que cómo se llama..?
Pues no voy a decirlo,no...
Los habitantes del pueblo se conocen todos, y todos se saludan. Es inevitable algún cabreo pasajero, pero todo vuelve a ser primero paz y después gloria. Se subdividen a sí mismos entre "los de arriba" y "los de abajo", aunque no hay un límite preciso. Algunos de los que viven en medio, dicen que son de "arriba" o de "abajo" según las tradiciones de la familia o según les convenga...
El ayuntamiento, por suerte para todos, está en medio, en la plaza, que por no tener un nombre alusivo a nada ni a nadie, o no querer tenerlo, se llama "plaza del ayuntamiento", así nadie se siente ofendido ni vinculado a ninguna tendencia.
La iglesia es románica, recia, algo achaparrada. El reloj de la torre da las horas, las medias y los cuartos, día y noche. Entre los vecinos y el párroco han logrado restaurar ese reloj, que les hace compañía. Estuvo un tiempo sin funcionar, pero ahora canta que es una bendición.
La escuela es amplia, construída en los años cuarenta. Separada del pueblo, se accede a ella por un camino de grava que siempre se dice que van a asfaltar, pero que nunca se hace.
Contaré más cosas...
sábado, 31 de enero de 2009
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