Añoro los días largos, soñolientos, del estío,
donde la luz parece filtrarse hasta mi alma.
Esas interminables jornadas donde el tiempo
parece detenerse dormitando en los campos.
Vagar por un camino con el sol en la espalda
y evocar otras horas que fueron y se han ido,
mirar hacia lo alto, unas nubes tan tenues
como un recuerdo grato que permanece apenas.
Añoro la cadencia del arroyo cansado
que fluye lentamente en pos de la distancia,
y apenas su murmullo se oye en el silencio...
La leve brisa roza las copas de los álamos...
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