jueves, 29 de octubre de 2009

La soledad del Filósofo...

El Filósofo no está muy activo estos días...
Se levanta algo más tarde que de costumbre, y pasa la mañana deambulando por el campo, ensimismado en sus meditaciones...
Su perro va tras él, cauteloso, como si temiera sacarlo de su mundo...
¿Qué le ocurre al Filósofo..?
Quizás añora el verano, sus luces, sus interminables atardeceres, las noches cálidas y propicias para leer, escuchar música o sentarse a la entrada de su casa, a contemplar las estrellas...
El Filósofo tiene cincuenta y muchos años...
Sabe que el tiempo es cruel...
Y ahora gusta más de la luz, de la vida, de la alegría del sol cada mañana...
Y, bien entrados en el otoño, el estío es sólo un recuerdo, un recuerdo que se va esfumando...
¡Ah, el verano...!
Acuden muchos fantasmas a su mente, y la soledad le va pesando cada vez más...
Sigue trabajando en un nuevo libro, sigue escribiendo, pero, se detiene, y su mirada se pierde más allá de los muros de su casa...
Más allá del tiempo en el que vive...
Alguna vez se ha acercado al pueblo vecino, sólo por intercambiar frases hechas con la gente que conoce...
Pero no le basta...
El pintor está lejos...
El poeta está lejos...
Sólo el Coco es capaz de proporcionarle algún consuelo...
Hablan y hablan...
¿Qué necesita el Filósofo...?
¿Acaso un dulce rostro, una voz suave, la tibia caricia de unas manos ...?
¡Quién sabe...!
Mientras, el otoño avanza y avanza...
Las hojas caídas crujen cuando pasea por los senderos...
Y todo se llena de melancolía...

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