lunes, 19 de enero de 2009

Un gato...

Era de todos y de nadie.
Ni siquiera tenía nombre.
Pero todos los mediodías, cuando yo volvía del colegio, estaba en el muro de la terraza, que daba al jardín y a los tejados, esperándome.
Se acercaba despacio, con timidez.
Yo le ofrecía algo de comida en una plato viejo, y comía despacio, sin apresurarse.
Luego, se dejaba acariciar, no demasiado, lo justo "para quedar bien"...
A veces, no venía.
Era fiel a su cita, pero algún que otro día, faltaba a ella.
¿Qué lugares estaría recorriendo?
¿Qué lugares misteriosos requerían su atención?
No lo sabré nunca...
Los gatos son seres independientes...
Recuerdo aquel gato, sus ojos, el brillo de su piel bajo el sol de las dos de la tarde...
En cierta ocasión me lamió las manos.
¿Fue un gesto de amistad...?
Luego, desapareció por los tejados hasta perderse de vista.
Quizás quiso dejarme un recuerdo grato que pudiera evocar al cabo de los años...
¡Quién sabe..!

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