jueves, 13 de septiembre de 2018

La televisión de los años sesenta...








De pronto, un día, en alguna familia, se producía un hecho
que cambiaba la vida de todos sus componentes...
Una familia como tantas, en aquellos, dicen que dorados,
e incluso felices, años sesenta...
El técnico, acompañado de uno o dos ayudantes,
se presentaba con una caja de herramientas
y un voluminoso embalaje, que trataban con mimo, 
y que contenía, nada más y nada menos que... un televisor!!!
Buenoooooooooo...!!!
Ya estaba liada en aquella familia!
El aparato, similar al de la imagen,
semejaba más una radio grande,
con la diferencia de que llevaba una pantalla,
de un color grisáceo y anodino,
que, oh, maravilla!, se iluminaba 
y aparecían las imágenes...
Por cierto, que todos los televisores,
iban acompañados de un misterioso elemento,
que recordaba a los voltímetros de las radios,
y que regulaba el flujo de la corriente eléctrica...
Debía de ser muy importante,
porque sin él, la magia de la pantalla, no se producía...
A los pocos días, sólo se hablaba de programas, 
de interferencias, de la pesada "carta de ajuste",
del hombre del tiempo y de los rombos,
que catalogaban a una serie, una película o un musical,
como apto o no apto para la gente menuda de la casa...
El televisor confería estatus a sus felices poseedores...
Tanto como ser propietarios de un piso...!
Si el televisor se averiaba,
y podía suceder,
se le trataba como a un familiar enfermo.
Llegaba el técnico, y todos, anhelantes,
esperaban en silencio,
hasta que "el médico de la tele" daba su opinión:
"No es nada, una lámpara fundida..."
Y, colocándose detrás del idolatrado aparato,
reponía "eso" que había fallado...
Casi nada, ser técnico de televisores...!
Se le despedía casi con reverencias,
y aquella familia, corría a contemplar
aquella milagrosa curación.
Vuelta a la normalidad...!












(Archivo: cuevadelcoco).







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