miércoles, 26 de septiembre de 2018

"EL RETORNO DE MC MAKHARRA", Cuarta parte. Capitulo tercero.






"Jaca en invierno".
Ilustración de Mateo Lahoz.


    Mientras aquella tarde de sábado, Fernando Mérida recorría los cuatro kilómetros que lo separaban de la aldea, se sentía bien y en paz consigo mismo. No aspiraba a nada más. Sólo a esa sensación de bienestar, al cabo de la semana, cuando, al terminar la comida, besaba a Teresa, y salía a toda prisa, enfilando la pista hacia ese pequeño lugar, una pedanía de Leoria, mientras pensaba y recordaba, envuelto en el silencio y el agradable perfume de la primavera avanzada. Una ligera, aunque lejana sombra, le inquietaba últimamente. Bueno, una nubecilla oscura, en su horizonte particular, lejana todavía, aunque nube al fin y al cabo. Comenzó a calcular el tiempo que aún restaba para que la Compañía diera por finalizadas las obras. Sí..., unos tres años, puede que se estirara hasta cuatro...
Y luego...? Comenzar en otro sitio...? La Compañía, iría donde fuera necesario. Y él y su familia, también... Le costaba pensar en ello... Quedaba tiempo por delante... Pero el tiempo pasaba tan rápido...!
   Lo cierto es que se había encariñado con la pequeña ciudad... A todos nos sucede lo mismo. Un día, otro día, y, al final, nos identificamos con lo que vamos contemplando cotidianamente. Esa calle, esa esquina, esa plazoleta, ese jardincillo...
Sin darse cuenta, había llegado a la aldea. Sentado junto a la fuente, sacó de la bolsa de cazador un vaso de aluminio, achatado, de esos que se podían llevar en un bolsillo trasero del pantalón. Creo que había dos o tres por casa..., cualquiera sabe dónde estarán...!
    Tenía sed. Bebió abundantemente de ese agua, fresca y gratificante, con un remoto sabor a escondidos rincones del bosque.
A su derecha, la Montaña, cuya silueta negroazulada se recortaba en el cielo de la tarde. A la izquierda, las montañas del norte, que aún mantenían la nieve.
Otros asuntos había, que también lo inquietaban. Aunque en menor medida.
Luisa había crecido, ya no era "la chiquitina" que lo recibía, con besos y risas cada tarde. Se estaba convirtiendo en una preciosa mujercita. Había heredado de él ese aire garboso y despreocupado a la vez, que hacia que más de una, soltera o casada, de arriba o de abajo, lo observara de reojo. Y, claro está, la belleza de Teresa... Cuya lozanía no parecía menguar, dando la impresión de que no iba a extinguirse nunca...
El chico, tímido y algo retraído, le recordaba a su abuelo paterno, siempre a la sombra de una esposa enérgica y decidida, que llevó  las riendas del cortijo con mano firme hasta más allá de los noventa... Inquebrantable mujer!
Fernando, alejó como pudo el molesto duendecillo del futuro, y se humedeció la cara con el agua demasiado fría, casi helada...
El futuro..! Su abuela le había enseñado que no conviene recrearse con el tiempo pasado, pues era como una estatua de bronce. Una vez fundida, ya no podía ser remodelada... Y con los días venideros tampoco. "Son como las nubes, son caprichosos como las nubes... Crees ver algo en ellas, y, antes de que te des cuenta, ha desaparecido..." De regreso a Leoria, se detuvo un momento a contemplar la ciudad. Al sol de la tarde, que ya declinaba, aparecía amable y acogedora... Un lugar para vivir...!
Aquella noche, en la intimidad del dormitorio, Teresa le preguntó:
- ...te has fijado en la niña...?
Y Fernando, sorprendido, no supo decir nada, salvo la machacada respuesta:
- ...se encuentra bien...?
- No se trata de su salud... Luisa está perfectamente...
- Entonces...de qué se trata...?
- Creo que está enamorada...
(Silencio...)
- No dices nada...?
- Qué puedo decir...?
- Pues que te parece bien o que te parece mal...que es muy joven y que debe pensar en estudiar, más que en los chicos...y todas esas cosas que decimos los padres...
- A nosotros nadie nos dijo nada... Fuimos novios,, luego nos casamos...y no hubo nada más... Y hasta hoy...
- Pero ésta es otra época, todo parece que va muy deprisa... Y tengo miedo...!
- Miedo tú...?
- Bueno...miedo...lo que se dice miedo...pues no... Es que no me siento tranquila... Me pongo a pensar y le doy vueltas a la cabeza, y, al final, sólo tengo ganas de llorar...
Fernando, la abrazó en silencio, y así hasta que Teresa se quedó dormida...
Pero él, apenas pudo disfrutar de dos o tres horas de sueño. Y en ese corto espacio, se contemplo a sí mismo intentando detener las hojas del calendario, del taco que compraba en la librería de la Calle Mayor, cada 31 de diciembre.
Las hojas caían y caían... Al llegar al suelo, se convertían en gruesos copos de nieve, que le helaban los pies...











(Archivo: cuevadelcoco.
Ilustración: Mateo Lahoz).













No hay comentarios: