domingo, 17 de octubre de 2010

Días de otoño...


El Coco sale temprano de su cueva, para contemplar el amanecer. El sol, ya no es ese sol ardiente, pleno de fuerza, cegador..., del pasado verano. Ahora, parece como si asomara tíamidamente..., como avergonzado de sus no muy lejanos rigores...
Un sol amable en los mediodías...
Al Coco le gusta esa primera imagen de la mañana...
Se queda allí, cerca de la cueva, y sólo el pájaro oscuro, posado en su hombro, le recuerda que el mundo sigue existiendo.
Suele hacer un ruido muy peculiar con el pico, algo así como un crac-crac-crac, que se parece al crujido de las hojas secas en el silencio del bosque.
El Coco suspira, mientras el sol se va elevando lentamente...
Los árboles de hoja caduca que pueblan "su territorio", cada día aparecen más desnudos.
Sabe bien el Coco que es un tiempo de melancolía, un tiempo propicio para el silencio, para la quietud...
-El otoño es como un continuo atardecer, dijo el Filósofo en cierta ocasión.
Y el Coco asintió.
Sobraban las palabras.
El milano sobrevuela la montaña, y, de vez en cuando, desciende en picado, con un grito alegre.
Es un ave feliz...
Los zorros duermen. Salen de la oquedad cuando el sol ha disipado la frialdad de la noche. Y se sientan en una roca plana, entibiada por la lumbre solar...
Son un tanto sibaritas.
Se dice que los habitantes de Síbaris, dormían en lechos de pétalos de rosas. Entre otras delicadezas...
De ahí viene el calificativo...
Es lo que piensa el Coco... ¿Dónde lo habrá leído...? Entre tantos libros...
El Filósofo le preguntó en cierta ocasión por qué le gustaban tanto los libros. El Coco, tras un brevee silencio, respondió: -Los libros, son para mí como un almacén de recuerdos... Uno, me trae a la memoria aquella mañana de mayo, cuando vi volar muy cerca la primera golondrina... Otro, el rumor del viento entre los pinos.. Ese de más allá, la caída de una hoja seca... Y, además, no hay ninguno que me traiga recuerdos desagradables... Los libros me hacen feliz...
El Filósofo se quedó pensativo, y no dijo nada...
Sí, él también ama sus libros...
Los cuida, incluso los mima, los proteje...
Sabe que un día ya no estará para cuidarlos... Y eso, lo pone triste...
El otoño avanza, y cada día recorta un poco de luz solar. Apenas se nota de un día para otro, pero, al cabo de una semana, sí se obseva la diferencia...
A veces, el Filósofo, se complace en comparar su edad con las estaciones. -Ya soy otoño, se dice. --Pero, dentro de mí, todavía hay días de primavera, alegres y frescos..., y luminosas jornadas de verano...
Tal vez sea más importante saber cómo nos sentimos interiormente, ajenos al paso del tiempo...
Tal vez...
De momento, el otoño sigue avanzando...
("Otoño en Argenteuil", de Claude Monet).

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