viernes, 4 de agosto de 2023

Días de verano... (10) Despedidas y regresos...






"La llegada".

Obra de Cristóbal Toral.



Durante muchos meses, 

la casa era un lugar solitario.

Habitaciones en las que apenas entrábamos,

sobre todo en invierno...

Mis abuelos y yo, 

contemplábamos el ciclo de las estaciones.

El otoño y su grata monotonía.

El invierno, duro, frío y oscuro.

La primavera, que alegraba un tanto el espíritu,

con sus días, que iban creciendo lentamente.

Florecían los melocotoneros de la terraza,

los ciruelos del jardín vecino,

el peral, cargados de años ,

y la parra, que retornaba a la vida,

mientras sus hojas, tiernas y diminutas,

asomaban tímidamente al sol de abril...

Sí, quizás la primavera contenía una esperanza...

A finales de junio, comenzaban los regresos.

Y, en julio, la casa ya estaba llena.

Una avalancha de tíos, primos, 

primas, tíos abuelos...,

y mis padres y mi hermano.

La abuela se alegraba, 

no cabía en sí de gozo,

y no sabía qué hacer para contentarlos a todos...

Ella, en el fondo, 

tenía una pena que no deseaba mostrar...

Su hermano Paquito, 

que emigró a Buenos Aires con su mujer.

Llegaban cartas desde el otro lado del Atlántico,

pero Paquito,

que se fue en el año 33, no regresaba.

En alguna ocasión, nos hablaba de él.

"-...cuando venga mi hermano Paco, 

os va a llenar de regalos,

os dará todos los caprichos...".

Pasaba el tiempo,

y todo quedaba en un ir y venir de cartas.

Argentina había dejado de ser un país rico.

La moneda por los suelos.

"...cuando suba la moneda, volveremos a España..."

Mi abuelo llamaba a esto "la eterna canción".

Mientras, la casa se llenaba de voces alegres,

de risas de niños,

de cenas bajo la parra...

Mientras, a lo lejos, pitaban los trenes...

Que aún cruzaban la frontera,

porque la línea no se había interrumpido.

¡Ay, los trenes...!

Aquellas locomotoras, gigantes, pesadas,

que resoplaban en la estación,

como caballos impacientes...

Mañanas de verano...

Me gustaba salir a la terraza, muy temprano,

para contemplar el milagro

de las campanillas azules, recién abiertas...

El rocío de la noche, en sus delicadas corolas...

¡Tantas cosas cabían en el verano...!

La estación plena de luz...








(Archivo: cueva del coco).


 

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