domingo, 19 de noviembre de 2017

"EL RETORNO DE MC MAKHARRA". Cuarta parte. Capítulo segundo.






"Vista de Madrid".
Antonio López García.

   

   Llovía por fin en Madrid. Lluvia fina, mansa, al principio. Gruesas gotas, más tarde. Chaparrones enfurecidos, que, calmados sus malos humores, volvieron al chirimiri del comienzo.
 Conocí más de una noche madrileña, igual o parecida a esa. En cierta ocasión, de la mano de una amiga, a quien quise mucho, pero que vivía en su limbo particular, al que era muy difícil acceder, si no imposible. Aunque..., aquella noche fue distinta. Cansados de caminar bajo la lluvia, de entrar y salir de las ultimas cafeterías abiertas, en cuyos dueños se notaba el fastidio de no poder echar la cortina metálica, y salir corriendo para su casa, ansiosos de su familia, de ese café casero, tomado en la cocina, mientras su mujercita,  solícita y sonriente, le llenaba la taza, añadía el azúcar, y lo arrastraba después al cálido dormitorio, donde flotaba ese perfume tan íntimo, tan leve, del que bastaba un leve toque en la nuca, en el cuello, para convertir cualquier estancia en un paraiso acogedor, mi amiga me llevó a su estudio, donde intentaba pintar...y vivir.
Me sentía bien con ella... Pero todo me pareció muy efímero..., demasiado fugaz... La relatividad del tiempo... 
Mc también sabía de la fugacidad de los momentos felices... Y bien que lo sabia...!
Se había quedado en su despacho, solo, en silencio, resolviendo asuntos urgentes. Cuando se entregaba al trabajo, lo hacía sin sentir el paso de las horas.
Y así, de la tarde del viernes, pasó a la noche del viernes. Y en la madrugada del sábado, dio su labor por concluida. Ordenó papeles y expedientes, y guardó en su caja fuerte personal, todo aquello que no deseaba que fuera visto por otros ojos distintos de los suyos...
Se asomó al balcón, y percibió el olor de la lluvia. Luego, cerró con cuidado, sin hacer ruido. Volvió a correr las cortinas, y apagó la luz. Con su "Hugo Boss", warweproof, por supuesto, y su sombrero de ala ancha, salió a la calle.
Doblemente contento, por finalizar su trabajo, y por el privilegio de poder sentir las primeras lluvias, a esas horas en las que el viejo Madrid aún dormía.
Ah, qué delicia, escuchar el eco de sus pasos en la madrugada!
Se oyeron cinco campanadas. Continuó su paseo por ese querido entresijo de calles, todas conocidas y familiares para él, todas amadas como viejas amigas.
Aminoró su ritmo... Tenía hambre...! Unos huevos con chorizos!!! Sí, eso era lo que le pedía el cuerpo. Muy pronto para satisfacer su apetito, demasiado pronto. El "hueco" le pedía justicia. Dónde ir...? Todo cerrado... Hasta los lugares de fritanga para madrugadores... Y era sábado... Sara, su salvación! Y encaminó sus pasos a casa de su socia y amiga, o amiga y socia, según se mirase... Huevos fritos, acompañados de lo que fuera, sencillo y rápido. Y muy reconfortante!
Llegó hasta el portal de Sara, y se topó con un nuevo inconveniente. Las llaves, se había dejado las llaves en la agencia!!! No, no iba a despertarla... Pobrecilla!!!
Solo, hambriento y sin compañía...! Mc, estuvo a punto de coger un cabreo considerable consigo mismo...! Idiota!!! Te has dejado lo más importante!!! Tras el desayuno, con su fiero estómago calmado, la tibia piel de Sara, sería un dulce consuelo... Mi gozo en un pozo!!! Y si volviera...? El trecho recorrido era ya muy largo... Seis campanadas. Desistió de despertarla de una forma tan poco civilizada, tratándose de un sagrado e inviolable sueño de fin de semana, y, resignado, continuó avanzando.
Allá, no muy lejos, divisó una silueta que aceleró sus latidos, hasta el punto de quedarse casi sin resuello. Y apresuró aún más sus pasos, tras aquella aparición, cabellos sueltos, indiferente a la llovizna. Creía tenerla cerca, y siempre estaba fuera de su alcance. Es ella, es ella!!! No había nadie más que pudiera confundirlo. Tuvo que detenerse, y recuperar el aliento... Fue entonces cuando ella también se detuvo, y volviéndose, lo contempló un instante, sonriendo... De verdad le había sonreído...? Sí, sí, de verdad...! Mas, cuando reinició su seguimiento, ya no pudo verla.
La sensación de impotencia, de desconsuelo, de desolación, empañaron sus ojos cansados, agotados tras toda una  árida noche de papeleos.
Claridad difusa sobre Madrid. El alba de un día lluvioso. Caminando, ahora lentamente, dio con un lugar donde refugiarse y reponer fuerzas. Penetró allí, como si fuera un puerto de salvación, dejó el humedo sombrero en la mesa, y con el "Boss" sobre los hombros, se acomodó lo mejor que pudo, mientras esperaba que lo atendieran.
Lo cierto es que Mc devoró, porque fue así, un sabroso desayuno, y luego, tras pagar la cuenta, salió, dispuesto a enfrentarse al nuevo día.
El runrún de la capital anunciaba que la vida se había puesto en marcha. Quizá con cierta lentitud, por ser sábado, pero antes del mediodía, volvería la vorágine habitual.
Ya no tenía ninguna prisa...
Entre sus pensamientos, uno, más brillante que todos los demás, se destacaba en ese cúmulo de imágenes confusas y difusas que llamamos memoria.
La había visto...! Sin duda la había visto...!
Desde mucho tiempo atrás, aparecía en los momentos y lugares más insospechados. La primera vez, fue en aquel puerto argentino, durante el verano austral. El "Ícaro", se disponía a la maniobra de atraque, y Mc, que lucía sus galones de " primero ", destacando sobre el blanco uniforme, la contempló en el muelle, saludándolo con un pañuelo, que agitaba lentamente, igual que una imagen ralentizada, mientras sonreía bajo el sol. Mc, atento a las ordenes, apartó la mirada.
Sólo unos segundos. Luego, ya no estaba. Un violento temblor se apoderó de él, antes de sumirse en la inconsciencia. Cuando despertó, en la enfermería del buque,
intentó incorporarse, sin conseguirlo. Todo parecía girar  ante sus ojos. El medico, le obligó a permanecer echado. " Te encuentras muy débil, debes descansar...! No te preocupes por nada... Te estamos cuidando muy bien."
Joven y fuerte, se recuperó pronto, pero, desde entonces, su carácter, abierto y alegre, se volvió serio y reservado.
"Este chico está madurando..." Era la opinión de todos.
Mc, bien sabía que su cambio se debía a una causa más profunda, que jamás reveló a nadie. En ocasiones, y cuando estaba a punto de contarle todo a Sara, algo o alguien se lo impedía. Y callaba...
Un retazo de cielo azul, apareció entre las nubes, mientras consideraba que siendo ya cerca de las nueve, podría despertarla y vivir junto a ella un fin de semana inolvidable...











(Archivo: cuevadelcoco).















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