José Luis Trisán, que me honra con su amistad,
me envió este obra, su última publicación por el momento,
el pasado mes de mayo, con una afectuosa dedicatoria,
de fecha 10 de mayo de 2010.
Este libro me ha hecho compañía durante todo el verano.
Un difícil verano, por cierto. Así que, buscando un poco de paz y sosiego,
leía y releía su colección de sonetos, que..., incluso ahora mismo, no me siento capaz de
analizar, y mucho menos, tratar de enhebrar una crítica.
La poesía de José Lus Trisán, siempre me ha llegado hasta lo más profundo,
porque, quizá, o mejor, seguramente, también ha nacido de lo más profundo...
Sonetos brillantes, radiantes, como un día de junio...
Otros, sombríos, como las horas oscuras del invierno...
Algunos, desesperanzados...
Otros, con palpables deseos de sobrevivir...
Y siempre, siempre..., por encima de todo, su extraordinaria sensibilidad...
No exenta de ironía, de toques melancólicos, de un incierto aire escéptico y
a la vez ilusionado...
Lo cierto es, que, José Luis Trisán, ha descortezado, acaso dolorosamente,
sus propios laberintos, para entregarnos el contenido de su búsqueda...
Elaborado, trabajado con, me atrevería a decir, artesanal esmero...
Construyendo de forma impecable, esa mágica arquitectura, cuyas estancias
son cada uno de los sonetos, y, el conjunto, un maravilloso y conmovedor edificio,
que invita a adentrarse en él, para gozar de su hospitalidad...,
que sólo un poeta, y únicamente un poeta de su talla,
es capaz de ofrecer..., y, sin reserva alguna...
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