El Filósofo amigo del Coco, ha recibido una visita.
El Poeta está pasando unos días con él.
Esta tarde se han ido a pasear, aprovechando que soplaba un poco de viento, un viento agradable que ha mitigado los ardores del día.
Y han hablado..., han hablado mucho...
Entre otras cosas, del tiempo transcurrido...
- Yo me siento todavía de finales de agosto..., dice el poeta.
-Pues yo, de principios de septiembre..., responde el filósofo.
- Es que yo me resisto al paso del tiempo... Aunque sea una tontería, me resisto...
- Yo ya he dejado de hacerlo... Por eso me identifico con los primeros días de septiembre, cuando aún es verano, pero se notan los días más cortos, y son algo más suaves y apacibles...
La verdad es que todos no identificamos con alguna época del año.
El Poeta, todavía apasionado, se niega a adentrarse en el otoño...
El Filósofo, acepta que ya tiene sus años...
Luego, han regresado al pueblo, y se han preparado una buena merienda.
-¡Que nos quiten lo bailado!, exclama el Poeta.
-¡Que eso sí que no pueden!, asegura el Filósofo.
Y sentados a la mesa, han dado buena cuenta del jamón con tomate, de las longanizas, del queso bien curado, del pan tierno..., acompañado todo de un vino afrutado y oloroso, subido de la bodega.
-Luego, podemos visitar al Coco, dice el Filósofo.
Y el Poeta asiente...
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