Mañana transparente, el estival
rotundo y soñoliento mediodía,
atardecer de impúdica alegría,
la noche y su corona de cristal.
Y lejos, el monótono metal,
eternamente vieja sinfonía,
élitros de sonora inarmonía
y el canto de un sereno manantial.
Las horas sucediéndose sin prisa
y un sueño de dorado terciopelo
que vuelve entre las alas de la brisa.
Y el alma liberada que alza el vuelo
hasta el cálido umbral de una sonrisa
hallada entre los dédalos del cielo.
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