lunes, 13 de mayo de 2013

¿Al servicio de quien...?




Sí..., ¿al servicio de quien...?

Se supone que un político, no importa para nada
el color de su partido,
o lo que es lo mismo,
la tendencia bajo la cual milita,
está, ante todo, al servicio de la nación...

Yo, debo ser un ingenuo...

O todavía creo en algo...

Quizás las dos cosas...

Por eso, me pregunto: 
¿Al servicio de quién, 
está el Sr. Rajoy 
y los miembros del ejecutivo que preside...?

No, no veo ni asomos 
de que esté al servicio del país...

No veo que esté al servicio de los ciudadanos...

¡Si nos está atornillando cada día más...!

Existe ya un estado de malestar general,
al que se ha sumado la gran empresa...

La gran empresa, sí, 
que, hasta ahora se había mantenido quieta en la mata...

Mal deben de estar las cosas...

¿Al servicio de quién, 
Sr. Presidente del Gobierno,
está usted en este momento...?

Ni siquiera se le ve al servicio de su partido...

La respuesta es así de sencilla:

Usted sólo se sirve a sí mismo...

Usted, le ha cogido el punto al poder,
como suele pasar cuando damos 
con algo que nos agrada...

Y, aunque el mismísimo Arcángel San Miguel,
jefe de las milicias celestiales,
bajara a pedírselo, 
usted no dimitiría...

Porque vive muy bien....

Yendo de acá para allá,
codeándose con sus homólogos de todo el mundo,
y posando, ¡cómo no!,
para la foto del momento...

A su sombra, se mueven sus acólitos,
que sacan tajada de ese olor de muchedumbres
con el que se perfuma de vez en cuando...

Pero, eso sí, siempre de lejos,
manteniendo las distancias...

Una vez en el poder,
lo primero es construír el muro...

Ese muro de contención,
que impide ver la realidad,
el desengaño, el cabreo,
la malquerencia del país hacia usted...

Siga, siga sí...

Hasta ahora, sólo ha contemplado,
en esos intentos que tanto temen,
usted y sus seguidores,
y como ya dije anteriormente,
 la punta del iceberg...

La gran masa de hielo,
sigue sumergida...

Tenga cuidado...

Recuerde cómo se hacía con los emperadores romanos,
generales victoriosos,
y demás próceres de la antigüedad 
en el cenit de su gloria...

Alguien, situado junto a ellos en su carro triunfal,
les susurraba al oído:

"¡Acuérdate de que eres hombre...!"



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