volvieron, al final de un largo viaje.
La fronda de los olmos centenarios
me ha refrescado el alma nuevamente.
Crepúsculos de rosas, en silencio,
letargos de ciprés, sin rumbo fijo.
-Remando en la nostálgica marea,
avanzo entre las sombras de la tarde-.
Sediento de cristales luminosos,
por incurable afán soy malherido.
La sima donde hierve mi amargura
abre su negra boca entre papeles,
fragmentos de unos versos olvidados,
escritos en memoria de tu ausencia.
1 comentario:
Mil gracias Enrique, eres único, no llegas a imaginar la ilusión así como el agradecimiento que supone para mi, para nosotros, este precioso poema, esta entrada en tu blog, esta dedicatoria.
Un abrazo muy fuerte de tu humilde seguidor, de tu fan, de tu sobrino honorifico.
David
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