Flores de otoño para honrar la memoria de nuestros seres queridos que partieron un día de este mundo.
Flores de otoño, sin apenas perfume, sólo una leve fragancia indefinible...
Mi abuelo cultivaba crisantemos en dos o tres enormes maceteros, en previsión de este día.
Recuerdo un primero de noviembre, cuando toda la familia fuimos al cementerio. Una tenue llovizna, sobre el ir y venir de la gente. Y algunas lágrimas...
Fiesta escolar, sí, pero con cierto tinte sombrío que contenía nuestras ansias de juegos...
¡Ah, el principio de los años sesenta, cuando todavía era un niño...!
Un niño demasiado receptivo, demasiado reflexivo también...
Hoy, desde la lejanía del tiempo, recuerdo emocionadamente aquellos tiempos y a cuantos quise y me quisieron y cuidaron de mí, en mi fragilidad infantil...
¡Benditos sean y que sueñen en paz...!
domingo, 1 de noviembre de 2009
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