Había llegado la primavera...
Tenia que hacer algunas visitas, a clientes y a posibles clientes, y, tras despedirse de él, salió, para hacer frente a las citas anotadas en su agenda.
Al fin, Mc, ya no pudo más, y envuelto en su "hugoboss, waterproof", descendió las escaleras como una exhalación, y se plantó en la calle.
Era agradable el olor a humedad, y contemplar cómo los arboles iban verdeando, mientras se sumergía en ese barrio que le era tan familiar y querido... A un paso del Madrid tumultuoso, ruidoso, y de intrincada circulación a esas horas del atardecer..
Continuó caminando, y sus pensamientos se fueron muy lejos, en el tiempo y la distancia...
Algo así, como si el "puzzle" de ese día, se hubiese deshecho, para conformar, de forma magica e inexplicable, uno distinto, que representaba otra imagen, de años atrás.
Aquella lejana primavera, fue muy lluviosa. Lo que significaba no poder salir a vagabundear por los alrededores, con su amigo el "maestrllo". Largas horas de estudio, bien en un rincón del aula, que el maestro destinó para ellos, bien en la rectoría, con su olor caracteristico, a humedad, a rancio, y a incienso, entre otros.
Y una inexplicable inquietud, no exenta de impaciencia, como no sintiera antes. Hablo de ello con su amigo, y éste, confesó que le sucedía lo mismo.
- "!...quizás cuando deje de llover, se nos pase...!"
Mientras, el francés, las matemáticas, la lengua española..., iban haciendose sitio en sus cabezas todavía infantiles.
Junio se iba acercando...
Por fin, las nubes se fueron abriendo, dejó de llover, y aparecieron espacios azules, lentamente, al principal, hasta que una mañana, el sol fue dueño del valle.
Reanudaron las salidas, cuidando de no meterse por lugares embarrados, y todo pareció volver a lo que siempre había sido. Pero la inquietud, la impaciencia, el no poder "parar quietos", seguían allí... Cierta tarde, Mc se sorprendió contemplando el rostro de Lucía, de su misma edad, que antes fuera un rostro anónimo, pero, que, ahora, tenía algo diferente.
Para su sorpresa, el "maestrillo" le confió, en voz baja, y, como temiendo ser descubierto, que, de vez en cuando, se distraía, mientras pensaba en Raquel, la hija del señor Inocencio,
un labrador dueño de abundantes tierras, además de un repleto establo, que surtía de leche a todo el lugar, e, incluso "exportaban" a la capital.
¿Qué les estaba sucediendo...?
Simplemente, la naturaleza despertaba en ellos con la primavera...
A primeros de mayo, cuando las golondrinas y vencejos surcaban el aire velozmente, la madre de Mc se quedó mirando a su hijo, y, durante la cena, dijo, con su voz siempre serena y apacible:
"-Este año tienes que ir a los exámenes como un señorito... Ya vale de pantalones cortos..."
Su marido se quedó con la cucharada de sopa a medio camino, y Mc, no supo qué decir.
Y, mientras pasaban los días, los dos estudiantillos, tuvieron que apretar el ritmo, y añadir más tiempo al estudio. Pero, tanto Lucía como Raquel, aparecían a menudo entre las áridas
páginas de los textos...
Mc, esa tarde, que alternaba nubes y claros, y algún breve chaparrón, salió de la agencia antes de tiempo, porque ya le era imposible permanecer quieto en su despacho. Sara tampoco estaba.
Tenia que hacer algunas visitas, a clientes y a posibles clientes, y, tras despedirse de él, salió, para hacer frente a las citas anotadas en su agenda.
Al fin, Mc, ya no pudo más, y envuelto en su "hugoboss, waterproof", descendió las escaleras como una exhalación, y se plantó en la calle.
Era agradable el olor a humedad, y contemplar cómo los arboles iban verdeando, mientras se sumergía en ese barrio que le era tan familiar y querido... A un paso del Madrid tumultuoso, ruidoso, y de intrincada circulación a esas horas del atardecer..
Continuó caminando, y sus pensamientos se fueron muy lejos, en el tiempo y la distancia...
Algo así, como si el "puzzle" de ese día, se hubiese deshecho, para conformar, de forma magica e inexplicable, uno distinto, que representaba otra imagen, de años atrás.
Aquella lejana primavera, fue muy lluviosa. Lo que significaba no poder salir a vagabundear por los alrededores, con su amigo el "maestrllo". Largas horas de estudio, bien en un rincón del aula, que el maestro destinó para ellos, bien en la rectoría, con su olor caracteristico, a humedad, a rancio, y a incienso, entre otros.
Y una inexplicable inquietud, no exenta de impaciencia, como no sintiera antes. Hablo de ello con su amigo, y éste, confesó que le sucedía lo mismo.
- "!...quizás cuando deje de llover, se nos pase...!"
Mientras, el francés, las matemáticas, la lengua española..., iban haciendose sitio en sus cabezas todavía infantiles.
Junio se iba acercando...
Por fin, las nubes se fueron abriendo, dejó de llover, y aparecieron espacios azules, lentamente, al principal, hasta que una mañana, el sol fue dueño del valle.
Reanudaron las salidas, cuidando de no meterse por lugares embarrados, y todo pareció volver a lo que siempre había sido. Pero la inquietud, la impaciencia, el no poder "parar quietos", seguían allí... Cierta tarde, Mc se sorprendió contemplando el rostro de Lucía, de su misma edad, que antes fuera un rostro anónimo, pero, que, ahora, tenía algo diferente.
Para su sorpresa, el "maestrillo" le confió, en voz baja, y, como temiendo ser descubierto, que, de vez en cuando, se distraía, mientras pensaba en Raquel, la hija del señor Inocencio,
un labrador dueño de abundantes tierras, además de un repleto establo, que surtía de leche a todo el lugar, e, incluso "exportaban" a la capital.
¿Qué les estaba sucediendo...?
Simplemente, la naturaleza despertaba en ellos con la primavera...
A primeros de mayo, cuando las golondrinas y vencejos surcaban el aire velozmente, la madre de Mc se quedó mirando a su hijo, y, durante la cena, dijo, con su voz siempre serena y apacible:
"-Este año tienes que ir a los exámenes como un señorito... Ya vale de pantalones cortos..."
Su marido se quedó con la cucharada de sopa a medio camino, y Mc, no supo qué decir.
Y, mientras pasaban los días, los dos estudiantillos, tuvieron que apretar el ritmo, y añadir más tiempo al estudio. Pero, tanto Lucía como Raquel, aparecían a menudo entre las áridas
páginas de los textos...
(Archivo: cuevadelcoco).
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