El Coco ha salido a dar un paseo por los alrededores de la cueva.
Y ha llegado hasta unos almendros, en la ladera de la montaña.
Se ha parado ante ellos, contemplando sus flores, en el suave atardecer...
"¡Primavera...!", dice el Coco.
El pájaro oscuro, posado en su hombro, con un graznido aprobador, apenas audible, ha mostrado su conformidad...
"¡Primavera...!", repite el Coco.
Esta vez, el pájaro oscuro, sólo ha agitado las alas, brevemente...
La tarde tiene un perfume especial...
Pasan dos pájaros, persiguiéndose, en un juego aéreo pleno de trinos...
El Coco los contempla: "¡Una nueva pareja...! ¿Estarán haciendo ya su nido...?"
Se alejan, alegres...
¿A qué huele la tarde...?
A campo, a vida, a hierba fresca, a pétalos recién nacidos a la luz...
Ha retornado el Coco, con el pájaro oscuro posad en su hombro.
Antes de entrar en la cueva, ha contemplado sus alrededores.
"¡Primavera...!", vuelve a decir el Coco.
Y no se sabe si hay tristeza o alegría en su expresión...
No se sabe...
Las sombras se apoderan de la tarde...
Un aroma grato, que llega hasta lo más profundo del alma, que casi hace brotar las lágrimas, lo llena todo, ocupa todo el espacio y todos los rincones de la cueva del Coco...
Sentado en su sillón de lectura, el Coco medita...
sobre qué..., tampoco se sabe...
(Imagen: lasfotosdelcoco, cercanías de Gurrea de Gállego, Zaragoza).
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