El espejo empañado.
No sé si alguien recordará aquella historia de las "caras" de Belmez...
En una casa, aparecieron ciertas manchas, que iban tomando la forma de rostros humanos.
Cambiaban, desaparecían, volvía a aparecer...
En fin, que eran la comidilla del momento...
Y una buena cantera para la prensa sensacionalista...
¡Hasta salieron en televisión...!
Volvía de Cádiz, a principios de un calurosísimo verano, en el expreso de Andalucía, así que me dispuse a tener paciencia, a dejar pasar la larga noche como buenamente se pudiera...
No quedaba otra opción para sobrevivir a un larguísimo viaje en plena noche de canícula...
Como siempre, al principio, nadie abría la boca en el compartimiento, como no fuera para dar un par de gritos a los niños de turno..., que, por cierto, ya tenían bastante, los pobrecillos...
Hasta que se generalizó la conversación, y pronto, todo el mundo hablaba por los codos...
En aquellos tiempos, se establecía enseguida una confraternización, en la que se compartían hasta los bocadillos y las cervezas, la bota de vino, y lo que hiciera falta...
Aquella España que se fue...
En fin, iba a contar una historia...
Por supuesto, salieron a relucir las famosas "caras" de Belmez, que si eran un cuento, que si eran pura casualidad y mero capricho de la naturaleza, que si había "truco"... Opiniones para todos los gustos...
Y fue entonces fue, cuando dos o tres personas, sacaron a colación las cosas extrañas que les habían sucedido, bien a ellos, bien a un familiar o a un conocido...
Bueno, historias más o menos increíbles, o muy poco creíbles, y bastante trasnochadas, salvo una, que me dejó muy inquieto.
La refería una buena señora, sevillana por más señas, vestida de negro de pies a cabeza, (luego, supimos por ella misma, que había enviudado recientemente), mientras agitaba el abanico, en un vano intento de respirar un poco de aire fresco.
La señora enlutada, nos contó que en la casa donde nació, y donde vivió hasta el día de su boda, había un espejo que todas las mañanas aparecía empañado.
Por lo visto, al espejo en cuestión, le daba igual que en una noche sevillana de julio o agosto, se alcanzaran o rozaran los cuarenta grados, porque, al día siguiente, amanecía empañado de nuevo.
Y el caso es que estaba colgado en una pared donde no había la mínima posibilidad de filtración,
ni de nada que pudiera enfriar el ambiente hasta ese punto...
Durante años, se pasó del temor ante lo inexplicable, a ser la chirigota de la familia y también del barrio.
"-Qué..., ¿ha zudao er espeho ezta noshe...?", preguntaban vecinos y vecinas, a la madre de la viajera enlutada, con la típica guasa del sevillano de casta.
Y la señora, plantándose, entre indignada y harta del asunto, respondía con énfasis, elevando la mirada a los cielos: "-¿Que zi ha zudao...? A mare, a mare de verdá..."
Era tema de conversación, cuando todas las comadres se reunían por la tarde en el patio de aquella casa, mientras se ponían tibias de delicadas frituras y vasos de limonada.
El caso es que nadie pudo decir nunca cuándo se empañaba, ni a qué hora...
La historia terminó una noche, en la que todos los ocupantes de la casa se despertaron al escuchar un estrépito en la habitación del espejo, y era porque se había desprendido de la pared la escarpia o alcayata de la que estaba colgado, provocando su caída al suelo y haciéndose añicos...
Y ese fue el final de la historia.
Se suele decir, que cuando un fantasma aparece, la temperatura desciende, hasta el punto de que el vapor de la respiración se condensa, como en un día de puro invierno montañes...
Alguna vez, al contemplar de pasada los espejos de un cristalería o un taller de enmarcación, recuerdo aquella noche interminable, y la pulida superficie que tánto dio que hablar...
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