La imagen de la bruja.
Hace ya..., ¿unos quince años...? Puede que sí...
Había terminado mis obligaciones de aquella jornada, y, en la suave tarde madrileña, me entretuve en echar una ojeada a un puesto de libros de ocasión...
Si tuviera que decir dónde se encontraba, no podría hacerlo... Lo he olvidado...
Me llamó la atención un título: "Relación de los hechos acaecidos en el Convento de..., por Fray Buenaventura de C..., , a instancias del Santo Oficio. A.D. MDCLXXXVI".
¡El informe de un inquisidor...!
La verdad es que se trataba de un opúsculo, una publicación de unas treinta o cuarenta páginas, cosidas de manera burda, y con aspecto de muy usado.
Ni siquiera era de su época...
Una reedición de finales del siglo XIX, en papel barato y agrisado.
El vendedor, que enseguida se dio cuenta de mi interés, comenzó a ensalzar la valía del folleto, y pretendió cobrarme un precio desproporcionado...
Así que, cuando le dije que no me interesaba, y vio que me disponía a continuar mi camino, quiso sacar algún partido de aquella, posiblemente, última venta del día, y me preguntó cuánto estaba dispuesto a pagar.
Le ofrecí una cantidad que me pareció razonable, y, asegurando que era un regalo, y que, por supuesto, salía perdiendo, aceptó.
Mientras me alejaba, volví la mirada un instante, y contemplé cómo iba cerrando el garito.
Posiblemente, logramos un empate. O nos engañamos mutuamente...
En el hostal, tras una cena improvisada, en un lugar muy concurrido, donde servían unos bocadillos de jamón, que sólo por el aroma, se constituían en fieros despertadores de la gula, además de una jarra de cerveza..., por cierto, la cerveza, en Madrid, me sabe mejor..., quizá sea el agua..., en fin, no sé..., el caso es que, ya metido en la cama, y sólo con la lámpara de la mesilla, di comienzo a la lectura.
Se trataba de un hecho inusual, sorprendente, y con un toque siniestro también...
Trataré de resumir.
En un convento, había un espejo, que, en ciertos días, y siempre coincidiendo con el cuarto mengante, alteraba las leyes de la naturaleza y de la lógica, gracias a las buenas artes de uno de los frailes, para mostrar imágenes de quienes estaban en tratos con el Maligno, u obtenían ciertas ventajas de él, a cambio de determinados favores.
Las imágenes eran muy claras, y lo mismo se referían a gentes del pueblo, que de iglesia, que hidalgos, militares, e, incluso de la nobleza..., o aún más arriba..., según se dejaba entrever...
No quería conflictos con las clases altas, el tal Fray Buenaventura..., ni tampoco con sus superiores eclesiásticos...
Así, y con todo, fueron muchos los que pasaron más de una noche en las lóbregos calabozos del Santo Oficio, sufriendo algunos su "delicado trato" a la hora de hacer confesar la verdad, y hasta hubo algún Auto de Fe.
El instigador, era un tal Fr. Lucas de la Buena Muerte, que tenía a toda la congregación encandilada... Tanto, que, el Prior, lo consideraba su mano derecha, y le consultaba hasta lo más nimio e insignificante...
Cuando la congregación se reunía alredor del espejo, Fray Lucas, tras recitar cierta oración que sólo él conocía, era capaz de quebrar la función natural del espejo, y asombrar a la concurrencia con las visiones que en el iban asomando...
Cierta mañana, el fraile no apareció, ni nunca más se supo de él.
Sus hábitos, abandonados junto a la superficie reflectante, fueron el único recuerdo que dejó...
Hace ya más de dos siglos que el convento fue derribado... Tiempo ha que amenazaba ruina...
Si fue verdad el hecho, o Fray Lucas gozaba de un poder de sugestión extraordinario, nada se puede asegurar...
El opúsculo, debe de estar por alguna parte, y, ahora, con el cambio de vivienda, igual aparece en donde menos pueda
imaginarme...
De momento, no ha aparecido...
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