Entrar tímidamente en la arboleda
para soñar con viejos tiempos idos
y deshacer la niebla del recuerdo
y respirar por fin con cierto alivio.
Hollar la fresca hierba en el silencio
de un grato mediodía, suave y tibio
y recorrer la senda abandonada
en busca de unos labios ya perdidos.
Gozoso silba el viento entre las hojas
en su verdor apenas renacido.
¡Ay, corazón, que lates impaciente
y sin querer te engañas a ti mismo!
El paso inexorable de los días
tu cálida pasión ha consumido.
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