Andabas por el cielo distraída,
como niña de ingrávidos marfiles,
flotante sucesión sólo de abriles,
porque sólo en abril pasó tu vida.
Una vez y otra vez amanecida,
repetías los juegos infantiles
de la luz, que regresa a los pensiles
tras nocturno fingir que los olvida.
Llega la muerte, súbita y adulta,
y en sótano de tiempo te sepulta,
en gravedades lóbregas te encierra.
Es tanta la ceguera de la sede
a que te han condenado, que no puede
el cielo con el peso de la tierra.
José Luis Trisán.
"Nieve de primavera".
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