Septiembre, podredumbre del verano,
se extingue la fugaz aura del cielo.
Ocupa su lugar el terciopelo
sonámbulo de un cántico lejano.
El alba y el ocaso, de la mano,
emprenden a la par glorioso vuelo.
Cubren la muerte verde con el velo
sutil de una sonata para piano.
Y el sol ve refrenada su osadía
de ensortijado amante de los prados
por el filo otoñal que acorta el día.
En medio de los sueños olvidados
una dulce y tenaz melancolía
barrerá pensamientos quebrantados.
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