Esta tarde, el Filósofo ha salido a dar un paseo por el campo.
Había llovido.
El tenue viento estaba cargado de un dulce perfume.
El Filósofo y su perro han avanzado por las estrechas sendas entre los sembrados.
Silencio.
Las nubes se iban alejando lentamente.
El Filósofo ha recordado una dulce y juvenil compañía, perdida en el tiempo y la distancia, un rostro que cada día que pasa se va diluyendo en la niebla del olvido.
De vez en cuando vuelve a su memoria.
Y es como una tibia brisa que devuelve la esperanza.
¿Dónde estará ahora...?
La pregunta que se hace el Filósofo no tiene respuesta...
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