El Filósofo, amigo del Coco, ha hecho una visita a su pequeña ciudad.
Y, con el sol del mediodía, ha recorrido los cuatro kilómetros de la carretera comarcal, antes un camino, que llevan hasta la aldea, a los pies de la montaña...
Le gusta beber agua de la fuente, un agua helada, transparente, limpia, que tiene un sabor especial...
El agua no es insípida...
¡Qué va...!
Una frase ha llegado a su memoria: "...aquel hombre, guardaba en su corazón, el recuerdo de todas las fuentes donde había bebido..."
Sentado junto a la fuente de la aldea, también ha querido hacer su recuento..., sin lograrlo...
¡Qué maravilla...!
Poder recordar todos los manantiales que, en algún momento saciaron su sed...
Ni rostros graves, ni lugares remotos, ni grandes acontecimientos...
Sólo esas humildes aguas, brotando de una roca, o escondidas entre frondas, o en una llanura, en el centro del estío...
El Filósofo, puesto en pie, ha dirigido una mirada al cementerio que está frente a la fuente, con sus altos cipreses que casi ocultan la pequeña iglesia...
Un cementerio recoleto, acariciado por el sol...
"Aquí descansaré algún día..."
Por lo menos, queda el consuelo de saber cuál será el final del trayecto...
Luego, el Filósofo ha regresado a su pequeña ciudad...
Y por fin, ya de vuelta en el llano, ha atravesado la puerta del jardín de su casa...
No soplaba el viento...
Todo estaba en calma...
Y en silencio...
No hay comentarios:
Publicar un comentario