Cansado de este otoño que declina,
-su tibio corazón oculta vientos-
voy buscando el olvido en esta senda
ornada con el oro de noviembre.
Frangante cabellera de otros días,
tus ojos se han disuelto entre las aguas
de tantas frescas fuentes que saciaron
mi sed por los caminos estivales.
Escéptico quizás, no descreído,
dejo crecer en mí la flor de un sueño
que brota en los jardines interiores...
Su ardiente aroma calma las tormentas
-es despiadado el mar que llevo dentro-
y me regala tardes encantadas...
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