"...he salido a dar un paseo, y he subido al cerro desde donde se divisa el pequeño`pueblo vecino, que no se ve desde mi casa... Sentado en una piedra, bajo el sol de octubre, he sentido el otoño...
No sé por qué, pero dentro de mí persistía el verano... Y no, en este primer domingo del mes, el verano comienza a perderse, a desdibujarse...
¿...Por qué estoy triste...?
Es como se hubiera abierto alguna vieja herida en la memoria, una herida que creía cerrada, y, que, ahora, sangra de nuevo...
Casi es mediodía...
El pequeño pueblo, allá abajo, sigue su vida de siempre...
Brillan los tejados..., acariciados por el sol...
El otoño...
Desde muy joven, escribía poemas, versos y más versos, al llegar esta estación plácida, tranquila...
¿...Porqué estoy triste...?
Siento un deseo incontenible de irme lejos, muy lejos, de llegar a un lugar desconocido y, sin querer saber su nombre, pasear por sus calles, cruzar los puentes, observar la vida...
Cierto día de otoño, cuando tenía quince años, sentí la misma inquietud...
Y era doloroso saber que no podría salir de mi pequeña ciudad..., que allí pasaría el otoño, el invierno, y vería llegar la primavera...
El Coco me ha dicho que pasee, que me deje llenar de los dulces atardeceres, de los melancólicos ocasos..., y que trabaje...
Es buena gente el Coco...
Ayer, estaba en la entrada de su cueva, con la mirada perdida en la lejanía...
¿Acaso sentía también deseos de viajar hasta muy lejos...?
¡Quién sabe...!..."
(Ilustración: "Otoño en Bavaria", de Vassily Kandinsky.)
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