De una u otra forma, la novela histórica siempre ha existido.
Sobre todo, a partir del sigo XIX, donde es necesario rememorar a Sir Walter Scott.
El cine, en una época afortunada, hizo suyos algunos de sus relatos, que han pasado a considerarse clásicos, tanto por su calidad como por la inolvidable interpretación de actores de talla, que no voy a citar en este momento...
La primera novela histórica que leí, fue en el verano de 1960, un verano tormentoso, que, por fin, dio un poco de paz, y se dulcificó a mediados de agosto, hasta un grato y luminoso otoño...
"La historia del Emperador Carlomagno", que reposaba en una estantería, en la antigua casa que ya no existe más que en nuestra memoria.
Una tarde de tormenta, en la que, como es natural, hubo que quedarse en casa esperando que descargaran las nubes, mi padre, para que lo dejara tranquilo, me entregó ese libro, asegurando que me gustaría mucho, y que merecía la pena leerlo...
El caso es que lo comencé, lo continué y llegué hasta el final...
Desde entonces, he leído "novela histórica", con verdadero apasionamiento.
El término "novela histórica", es de reciente creación...
Y no resulta del todo exacto.
Es, más bien, un deseo de dar cierta prestancia y malinterpretada legitimidad, a un tipo de narrativa que se sitúa en el pasado.
Hoy, aunque existen verdaderos maestros del género, se ha convertido también en un filón para escritores mediocres, y así, se publican auténticos bodrios, bazofias literarias que avergüenzan a lectores avezados...
Basta con ir a las rebajas de verano, de cualquier gran superficie, y allí, hallamos, por un precio ridículo, títulos que, muy poco tiempo atrás, no estaban al alcance de todos los bolsillos, porque, hay que reconocerlo, leer cuesta caro...
Luego dirán que en este país no se lee..
Sí se lee, claro que se lee, pero aún se leería más si la lectura tuviera cierta protección, para que
llegase a todos sin el esfuerzo económico que supone actualmente...
En fin, mejor no removerlo...
¿Qué es una novela histórica...?
Pues muy sencillo...
Unos personajes, que, en el fondo, configuran una historia de amor, situados en un contexto temporal, social, político y económico, que los condiciona en su comportamiento.
Una novela hostórica, puede ser un éxito rotundo, o un estrepitoso fracaso, dependiendo de la habilidad del escritor.
Y esta habilidad se centra en un equilibrio muy difícil de mantener: Si se apodera la "dosis" histórica, acaso por un, a veces inadvertido deseo del autor de demostrar que "sabe de historia", entonces, ya no es una novela, sino un manual, solapadamente encubierto. O si es la "medida" del tema tratado, es decir, las aventuras y desventuras de los personajes, descuidando el aspecto, importantísimo, del período en el que se desenvuelven, el que acapara las páginas de la narración, el libro será insulso y desapasionado...
Es muy difícil mantener esa equidad.
Sólo unos pocos lo han logrado, y una multitud se ha hundido en el abismo de la mediocridad.
Y no digamos ya, si la historia deriva hacia el aspecto "conspiranoico"...
¡Entonces sí que estamos apañados...!
En su día, "El código Da Vinci" se consideró un hito. Desde entonces, se han buscado los tres pies del gato a todas las temáticas que dieran de sí para ello.
¡Dichosos pueden considerarse, Umberto Eco, o Italo Calvino...!
Si, a imitación de D. Miguel de Cervantes, se hiciese una hoguera con todas las calamidades que se publican al cabo del año, puede que los inviernos no fueran tan crudos...
Las editoriales tienen buena culpa de ello. Sacan un título, a bombo y platillo, y lo mantienen hasta que ya no da más de sí, o lo que es lo mismo, hasta que ya no se vende...
Luego, pasa al "retablo de las maravillas", en las rebajas de turno.
Pero, mientras, ha llenado las arcas de ésta o aquella editorial...
Resulta difícil saber cuándo un título merece la pena...
No podemos confiar en las reseñas que aparecen en la prensa.
A veces, es mejor el método del "boca a boca"...
Quien ha leído un libro y lo ha considerado bueno, es más creíble que cualquier recomendación, de las que tantos abundan en los dominicales de los diarios.
Un lector, tiene que ser exigente con lo que lee...
Sea cual sea su género preferido, debe imperar un alto nivel crítico a la hora de la elección, para no tener que abandonar antes de la página veinte, con la consiguiente desilusión..., y el mal sabor de boca al pensar que nos han tomado el pelo..., y esquilmado el bolsillo...
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