viernes, 24 de abril de 2009

Un 24 de abril...


Hace ya muchos años que te fuiste, abuela...
Muchísimos años...
Fue en una tarde como la de hoy, una tarde que no se ha borrado de mi memoria...
Hacía sol, y la primavera era dulce...
Te fuiste con las últimas luces del día...
Hoy, hubiera querido llevarte una rosa, o quizá unas flores silvestres recogidas por el camino que lleva al cementerio de nuestra pequeña ciudad.
Pero no he podido.
Estoy lejos.
Atado a la vida, como todos...
¿Qué puedo decirte..?
Que ha pasado el tiempo, que nuestra vieja casa ya no existe, que todo ha cambiado...
¡Todo ha cambiado tanto..!
Si pudieras volver y te cruzaras conmigo por la calle, creo que no me reconocerías...
Yo a tí sí, porque no he olvidado tu mirada cariñosa..., tu apariencia sencilla..., tus palabras de consuelo..., alguna caricia para mis tristezas...
Durante mucho tiempo creí encontrarte en ese largo pasillo de nuestra casa de vuelta de hacer alguna compra o de visitar a tu hermana, que también se fue...
Conservo una fotografía que te hice junto al abuelo, bajo la parra desnuda, quizá fuera un mes de marzo, cuando aún no habían asomado las primeras hojas...
A veces me quedo mirando esa imagen, y siento como si me contemplárais desde un lugar remoto...
¡Qué vacía me parecía la casa, qué grande y solitaria..!
Los primeros meses de tu ausencia fueron muy difíciles... Era como vivir rodeado de afiladas aristas de cristal helado...
Soñaba contigo, que venías hacia mí por un camino... Y entonces me despertaba...
Alguna vez, cuando las pesadumbres de la vida me han golpeado, te hebuscado en mis sueños...
Y me he despertado llamándote...
Hoy, no he podido llevarte una rosa...
Pero tengo este recuerdo para tí, junto con una sencilla oración...
Que quizá no necesites...
Allí donde estés, reposa, abuela, existe felizmente...
Algún día, vendrás a mi por ese camino soñado, me tomarás de la mano y ya no nos separaremos nunca...

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