En los años 60, quien tenía un tocadiscos, era considerado afortunadísimo. En su casa, se reunían chicos y chicas, (los famosos "guateques"), a escuchar la música del momento, a bailar un poquito, a escondidas de la familia, que hacía la vista gorda, y siempre era alguien tenido en cuenta. "Oye, el sábado celebro mi cumple... ¿Te traerías tu tocadiscos..? "
Y como eran más o menos transportables, pues iban de casa en casa...
Pero durante unos días al año, ese objeto de deseo, permanecía mudo.
Había llegado la Semana Santa.
La tarde del Domingo de Ramos, aún sonaba, con ciertas reticencias, y sin pasarse de volumen.
Luego, silencio.
Parecía como si el mundo se detuviera. Nada en televisión, nada en el cine... Y nada de música.
Eso sí, Televisión Española, ofrecía música clásica a todo pasto. Así fue como me aficioné a ella, y me convertí en un melómano empedernido. No he sido el único...
Por lo demás, la programación se limitaba a películas consideradas edificantes o de contenido religioso, a retransmitir las incontables procesiones, y a los telediarios, que también llegaban a tener un tono en consonancia con el evento religioso.
El cine, otro tanto...
¿Quién no recuerda "Ben-Hur", "Los Diez Mandamientos", "Rey de Reyes", o "La Biblia en sus comienzos"..?
Superproducciones, que, aun hoy, algunas de ellas siguen manteniendo un público entusiasta, a pesar del paso del tiempo...
Los tocadiscos callaban...
Ahí estaban, quietecitos, silenciosos, esperando...
Las calles se llenaban con los sonidos de las trompetas y el estruendo de los tambores, hasta altas horas de la madrugada...
De repente, en lo más florido de la primavera, el país se cubría con sombrías vestiduras.
Y los tocadiscos guardaban silencio...
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