Capitel corintio.
En todas las familias, siempre hay alguien,
no importa si es hombre o mujer,
que todo lo sustenta.
Quién llena de vida el entorno familiar,
soluciona los conflictos,
pone paz cuando es necesario,
y siempre sonríe...
Siempre.
A pesar de las dificultades,
a pesar de los vientos adversos.
Capaz de comprender y consolar,
de decirlo todo sin palabras.
Porque le basta una mirada cariñosa,
una leve caricia,
para devolver el ánimo y la esperanza
a quien pudiera necesitarlo.
Son portadores de luz.
Quienes mantienen derecha
la estructura familiar.
Los demás, a su lado, son seres anodinos,
Simplemente, están. Sin más.
En mi familia, he conocido auténticos pilates,
verdaderos ejes de la existencia.
Y, cuando se van,
los cimientos se descomponen, antes o después.
Y todo falla.
El edificio se derrumba,
porque ya no están.
No son seres de apariencia extraordinaria.
Pero lo llenan todo.
El mecanismo sigue funcionando.
Y un día se para.
Porque se han ido.
Y los recordamos.
Y soñamos con ellos.
Y el despertar es triste.
Sin embargo, han dejado su huella en nosotros.
Y sonreímos,
a pesar de los pesares,
porque siguen a nuestro lado.
(Archivo: cuevadelcoco.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario