miércoles, 11 de marzo de 2020

En el campo de almendros.








Un año más,
el campo de almendros nos recibe...

Por la breve cuesta
llegamos hasta él,
fieles a la cita...

Es mediodía...

Sólo alguna nube tenue
nos priva, un breve instante
de la caricia del sol...


Nueva floración,
nueva vida...

Oh, si pudiéramos
renacer cada año, 
sentir que sangre joven,
fuerte y limpia,
circula en nuestras venas...


Espuma, que recuerda el mar...
Cómo las olas, 
espuma que va y viene...
A un ritmo distinto,
más lento...


Allá abajo, la llanura que verdea...
Una hilera de árboles floridos,
destaca sobre el verde,
alegre, prometedor...
Y la lejanía...
Dulcemente indefinida...


Ya no estarán...
Cuándo comenzó la lluvia de pétalos...?
Quién sabe...!
Tal vez un atardecer,
con el soplo violento
de vientos de las cumbres...
O una madrugada gris,
húmeda y lluviosa.


Recuerdos de pasados años...
Y siempre,
hay una leve diferencia...
Pero no importa...!


La mirada se recrea,
se afana por conservar estos,
tan íntimos y queridos momentos.
Y guardarlos como un tesoro,
en el lugar más cálido y recóndito
de nuestro pensamiento,
a salvo de las sombras
y sinsabores de la vida.


Cómo destacan
sobre el cielo azul profundo!
Sencillez
que sólo la naturaleza
sabe y puede lograr...!


Por qué se irán tan pronto...?
El ciclo continúa...
Igual que nosotros...
Un punto de tristeza,
una punzada inevitable
de gélida melancolía...


Algunos, aún no han asomado.
La caricia del sol,
antes o después,
los desplegará con delicadeza, 
y lucirán, espléndidos.


Ninguno se resiste a la llamada.
Es elevado el precio
de despertar a la luz.


En la distancia, 
el pequeño pueblo,
cada vez más deshabitado.
Y la sierra,
al fondo,
que la bruma desdibuja.
Y un secreto ruego, al fin:
Un año más, 
que haya un año más
para contemplar,
esperanzados,
cómo renace la vida
en este campo de almendros.














(Archivo: cuevadelcoco.
Imágenes: mirarlookcuevadelcoco).


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