Dejé mi corazón abierto al viento,
y aun así mi dolor no se calmara...
Dejé que un suave viento lo enredara
por ver si así cesara su lamento...
Pero siguió en su turbio descontento,
herida que tu ausencia provocara,
y en un otoño ingrato naufragara,
sin concederme tregua ni un momento...
Deshabitado, vivo cada día,
y ya es mi pensamiento campo yermo
que ve pasar el tiempo en desconsuelo...
Huyó de mí la paz y la alegría,
y de nostalgia, al fin, me siento enfermo,
mientras de un manto gris se cubre el cielo...
(Archivo: cuevadelcoco.
Imagen: mirarlook/cuevadelcoco).
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