Peña Oroel.
Siempre he sentido una especial atracción por las alturas.
De niño, desde casa, podía contemplar la Peña Oroel a todas horas.
Desde el pequeño y familiar salón, desde aquella cocina, con chimenea de campana,
desde la terraza...
Aquella montaña estaba presente en mi vida..., y en la de todos.
Pero yo tenía la suerte de poder admirarla en toda su extensión.
Más de una vez, en los cuadernos de las tareas escolares,
dibujaba su silueta, incluso de memoria...
Era nuestra referencia para el transcurso de los días...
"Hoy, Oroel tiene boira...", decía mi abuelo, refiriéndose a ella como si se tratara
de un pariente. Se omitía el "peña" o el "monte"...
Simplemente, se decía Oroel.
"Hay nieve en Oroel..."
""Esta mañana no se veía Oroel, la tapaban las nubes..."
La primera vez que llegué a la cima,
fue en mayo de 1967...
Un día espléndido, algo caluroso...
De la mano de una chica cuyo recuerdo aún no se ha borrado de mi memoria...
Bueno, bueno..., vamos a dejar en paz los laberintos donde se almacena nuestra vida...
(!Vaya cursilada que acabo de decir...!)
Barós, mirando al Norte.
El primer tramo, inevitable, consistía en llegar hasta Barós,
para continuar hasta la pequeña explanada, conocida como las fuentes de Barós,
un agua siempre muy fría, incluso en verano...
Ahora, lo más frecuente, es llegar en coche hasta el mirador, y acometer la ascensión desde allí...
Pero nos perdemos muchas cosas, si lo hacemos así...
Esta aldea, es grata de visitar, siempre me ha parecido un lugar acogedor...
Sentado junto a la fuente, solo y acompañado,
frente a su pequeña iglesia y el cementerio adosado a ella,
que, por cierto, es donde quiero que me dejen descansar algún día,
refrescaba las manos y la frente con el agua que llegaba desde "las fuentes"...
No sé, eso de las fuentes... Yo siempre he visto una...
Iglesia de San Fructuoso de Barós, del siglo XI, tras su restauración.
Ermita de Santiago Apóstol, románico rural del siglo XII.
Junto a la ermita, unos manzanos cuyos frutos, pequeños y de color rojo, eran muy sabrosos...
Realicé un sencillo dibujo a tinta, allá por 2003..., no estoy seguro.
Y lo conservo como muestra del cariño que tengo por este sencillo y humilde templo.
Sabe más de vientos, llluvias, nieves y soles, que cualquiera de nosotros...
Ahora, duerme, porque es invierno...
Esta fotografía es del 26 de diciembre de 2001.
Con mi primera digital...,
¡que aún funciona...!
Pasará el invierno...,
mientras..., la paciente espera...
Camino a las fuentes...
Barós se queda atrás...
El Collarada asoma a lo lejos...
LLovió la noche anterior...,
o, acaso, es la helada,
que se está fundiendo...
No miremos atrás...,
queda mucho camino por recorrer...
(Imagen: mirarlook/cuevadelcoco).
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