lunes, 12 de mayo de 2014

EL RETORNO DE MC MAKHARRA, SEGUNDA PARTE, CAPÍTULO I




El retorno de Mc Makharra, Segunda parte, capítulo I.


Introducción: Aparecen aquí personajes, que, más tarde, se mezclarán con la vida de Mc, y que dejarán su huella imborrable en él. También se cuentan las aventuras y desventuras de estas buenas gentes, sus pequeñas historias, hasta que confluyan, como afluentes del caudal de la narración, en las grandes aguas de ésta.



1


Otoño, 196...

El cielo, cada vez más oscuro. Nubes de un gris azulado, habían posado sus panzas, preñadas de lluvia, sobre la pequeña ciudad...

Pero no llovió...

Esos primeros días de noviembre, después de la festividad de Todos los Santos, en la que había lucido un sol espléndido, llegaron, además, acompañados de un viento extraño, un viento amargo, que parecía querer impedir la salida del humo de las chimeneas...

Domingo por la tarde. Las calles, desiertas. Sólo algún viandante apresurado y deseoso de hallar cobijo cuanto antes.

Un hombre, de pelo lacio y peinado hacia atrás, cubierto con una gabardina, el cuello subido y las manos en los bolsillos, caminaba por el extremo de la Calle Mayor, allí donde se alza el Monasterio de las..., bueno, vamos a dejarlo, es mejor así... Monasterio que fue remodelado años después, pero, que, en ese momento, seguía mostrando sus tristes muros,  que no habían cambiado desde hacía mucho, muchísimo tiempo...

"El Tunecino". Rótulo de una taberna, donde siempre olía a fritanga de sardinas, a vinagre de encurtidos y a poca ventilación y limpieza. Sin embargo, junto con "Casa Mateo", situado bajo los arcos, donde, prácticamente terminaba la Calle del Lobo, y frente a las tapìas del patio de recreo del colegio de religiosos..., eran los más frecuentados por los estudiantes del Instituto y por los alumnos mayores del grupo escolar, que todos seguían llamando "las Nacionales", situadas antes en sus dependencias de la calle de Ramón y Cajal, D. Santiago.

Tenían ambos lugares, un par de futbolines cada uno, desgastados, grasientos, pero eran los más baratos, y, además de interminables partidas, se servían "chatos" de un vino fuerte y áspero, al que los estudiantes de los últimos cursos de Bachiller, bautizaron enseguida como "vino de hombres".

Costaba lo suyo quitarse la alentada de aquel vinazo, y, era frecuente que más de uno se enjuagara la boca en la cercana fuente, pero, a veces, ni aún así...

Se recurría entonces al dentífrico. De esta manera, al llegar a casa, y pretextando una urgencia imposible de demorar, tras soltar abrigo, bufando y guantes de forma descuidada, lo inmediato consistía en encerrarse en el lavabo, y frotarse los dientes repetidamente, hasta tener la total seguridad, o casi, de haber eliminado el tufo. Había quien pedía el vino con un chorro de sifón, y mascando chicles sin descanso, o chupando juanolas sin tregua, disimulaba su paso por tan vituperado antro.

Allí acudían también las inevitables pendonas de todo lugar, esperando a los soldados cuando les daban suelta en los cuarteles, a ver si les sacaban unas pesetas.

"El Tunecino", disponía de un estrecho cubículo, mal iluminado, y sin más ventilación que un ventanuco, que daba a un maloliente patio interior, donde, según decían los enterados, crecían rosales, crisantemos y dalias,
con lo que, ¡ironías del destino!, había flores todo el año...

Se entraba a través de retrete. Una puertecilla, tapada o disimulada con una cortina, cuyo color original nunca se supo, constituía el acceso al humilde recinto del pecado...

Las autoridades lo sabían, pero, acaso por evitarse el mal trago de aspirar la fetidez del retrete, jamás lo inspeccionaban, y, así, todo transcurría sin incidentes...

El hombre de la gabardina, entró en la tasca, y se acomodó en la barra, sentado a medias en la banqueta alta que le pareció más estable y digna de confianza.

- ...¿qué va a ser...?, preguntó el tabernero, siempre sin afeitar, y siempre ataviado con un delantal de los que usaban antes en las pescaderías, rayas estrechas, verdes y megras.

- ...de momento, un shato y una zardinah... ...que zean der día...

- ...siempre son del día..., gruñó el tabernero, con falsa indignación.

- ...y una guindiya..., y no zenfade, hombre..., que yo vengo aquí ziempre que tengo argo que podeme gaztá...

Como los cuartos son los cuartos, siempre es mejor no perder a un cliente asiduo, aunque soltara alguna pulla de vez en cuando... Así es que se pasó las manos por el delantal, y, cambiando de actitud, se metió en la cocina, mascullando un "¡enseguida...!", pero, como lo dijo de espaldas, puede que el parroquiano no llegara a enterarse.

Claro, que, éste, sumido en sus pensamientos, se hallaba muy lejos de allí, en las alegres y soleadas calles de su pueblecito del sur,  y algunas lágrimas afloraron a sus ojos tristes, que se apresuró a enjugar con un pañuelo arrebullonado, que sacó del bolsillo izquierdo del pantalón, mientras miraba alrededor disimuladamente, por si alguien lo había visto llorar... Hecho, que, para él. resultaba muy vergonzoso, y el hombre tenía su buen punto de honra...

Antes que mostrar lo que él consideraba una falta de hombría y entereza, se hubiera dejado cortar..., ¡lo
que hiciera falta...!







(Archivo: cuevadelcoco).







2 comentarios:

El Yayo Félix dijo...

me alegra ver que tienes ganas de escribir. Ya lo estaba esperando. Un abrazo.

COCO MALO dijo...

Gracias, yayo Félix! Todos tenemos temporadas...de esas que es mejor no hablar... Pero, sí, he vuelto a escribir, y me hace sentir bien. Gracias por tu apoyo incondicional. Un abrazo.