El Filósofo y un recuerdo...
Un recuerdo de ojos negros, profundos...
De una suave sonrisa...
¿Dónde fue...?
¿En París...,
en Florencia...,
en Lisboa...,
en Viena...,
en Munich...?
¿O tal vez más cerca...?
Ese recuerdo ha acudido, veloz,
y velozmente se ha disipado...
Y un beso en una avenida llena de luces...
Y una manos frías,
en busca de unas cálidas...
¡Oh, aquella sonrisa...!
No pensar...,
no pensar...
El tiempo, es, a la vez,
cruel y amable...
Todo se lo lleva...,
y luego, como si estuviese arrepentido,
todo lo devuelve en forma de recuerdos,
limando asperezas,
dulcificando hasta las horas más crudas...
Y cuando nos regala un recuerdo amable,
hasta parece complacerse en ello...
El Filósofo escribe...
Intenta reflejar la miel de aquel recuerdo...
Pero siempre hay algo inasible,
algo que se escapa...
¡Ay, qué limitados somos...!
Nunca podremos reflejar lo que vamos recordando...
¡Ni siquiera las fotografías nos sirven...!
Contemplamos rostros y lugares...,
que sólo son sombras...
El recuerdo se ha desvanecido...
Y el filósofo sonríe...
¡Por lo menos,
quedan unas breves líneas...!
Sólo un suspiro,
en la inmensidad del tiempo...
(Archivo: cueva delcoco).
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