1 de junio... Las cosas del Filósofo...
El Filósofo ve pasar los días...
De vez en cuando, después de la cena,
se sienta a escribir...
De uno de los cajones de su mesa de despacho,
extrae uno de los varios cuadernos de tapa dura,
y escribe...
Allá, en la distancia, una luz...
Un automóvil por la lejana carretera...
Otras veces, el tren...
Y escribe..., escribe...
Se ha pasado el mes de mayo,
el dulce mayo,
que no ha sido tan dulce ni tan tierno
como lo cantan los poetas...
Un mes de mayo, frío, húmedo, lluvioso...
Algún rato de sol...,
y luego..., lluvia...
Los dos perros, tendidos sobre la alfombra, dormitan...
Muy juntos...
El gato, duerme también en una butaca...
Sobre una manta doblada...
Los gatos tienen una habilidad especial
para "enroscarse",
hacerse un ovillo,
y entregarse al dulce placer del sueño...
¿Qué soñarán los gatos...?
¿Qué imágenes poblarán sus sueños...?
¡Todo un misterio...!
El Filósofo escribe...
La lámpara proyecta un cono de luz sobre su mesa...
Y en esa biblioteca, donde pasa tantas horas,
se respira calma, sosiego,
una grata quietud...
Las estanterías, del suelo al techo,
repletas de libros,
son el testimonio de una vida
consagrada al estudio,
al deseo de saber,
o, simplemente,
de aventurarse en las páginas de una novela...
E irse muy lejos, muy lejos...
El viento de este primero de junio,
sopla a través de la llanura...
Le ha parecido escuchar el sonido de una campana...
¿Es posible, tan tarde...?
O ha sido una broma del viento...,
que ha capturado unas voces de bronce
al atardecer,
y, ahora, se complace en dejarlas libres...
El Filósofo escribe...
El reloj de pared ha dado las diez y media...
¡El viejo y querido reloj...!
Hay que cuidar de él...
Darle cuerda cada diez días,
alargar o encoger el péndulo,
según lo necesite...
En invierno,
las campanadas parecen más lentas...
En el buen tiempo,
suenan más rápidas y alegres...
¡Ay, el viejo reloj,
compañero desde la infancia...!
Que marcaba los distintos afanes del día...
Desde la hora de levantarse,
para ir al colegio,
hasta la hora de recogerse en aquella cama infantil...
¡Cuántos recuerdos, cuántos...!
¡Todos guardados en su caja de madera...!
El Filósofo escribe...
Y el tiempo,
parece detenerse...
(Archivo: cuevadelcoco).
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