Yo soy un sencillo, pero apasionado lector.
Ayer, hablaba del discurso de Mario Vagas Llosa ante la Academia Sueca.
Él, tuvo al hermano Justiniano, como introductor en el universo de la palabra escrita.
Yo, tuve al hermano Tomás, de los PP. Escolapios de Jaca, a quienes tanto debo, y, justo es que lo reconozca, ahora que he sobrepasado una edad, de la que puedo decir que "soy más de ayer que de mañana"...
Los libros me salvaron en mi infancia, una infancia de sombras, de soledad..., en algunos momentos, depresiva...
Me salvaron en mi adolescencia, otra forma de soledad...
Me salvaron en mi juventud, ayudándome a encontrar el camino de la vida, si es que esto es posible...
Estuvieron conmigo en los momentos difíciles...
Y siguen estando ahí, como fieles amigos, prestos a ofrecerme su consuelo, incluso los que aún no he leído, y de los que desconozco sus títulos y sus autores...
Sin libros, mi vida hubiera sido un deambular sin sentido, por un desierto de incertidumbres...
Quien tenga a gala no haber abierto un libro desde sus años escolares, me inspira compasión...
Porque los libros, son fuente de sabiduría...
Vivimos vidas ficticias, es verdad, pero pueden servirnos de ejemplo para nuestra propia existencia...
Pueden evitarnos más de una caída...
Y si caemos, nos ayudan a ponernos en pie, y a continuar el camino...
A continuar, con mayor seguridad en nosotros mismos...
A veces..., hay quien me critica o censura: ¿Para qué quieres tantos libros...?"
Pues, porque los amo, aunque un día, cuando parta definitivamente, ya sé que no voy a llevármelos conmigo, no físicamente, pero sí su espíritu...
Dichoso el que lee, porque comprende, ama, y perdona, mucho más, mucho mejor, y más profundamente...
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