Cuando yo era niño, escuché una vez cierta historia referente a un gato y un espejo.
Una tarde de otoño, paseaba con mi padre por los alrededores del pueblo donde ejercía como maestro.
Aquellos otoños se prolongaban indefinidamente...
Tardes brillantes, chispeantes de sol y de alegría...
Las comadres del lugar, solían reunirse para hablar de todo, al tiempo que desgranaban mazorcas, o "panochas"...
Una de ellas, mientras yo jugaba a ver cuántos granos me cabían en las dos manos, relató esta historia.
En un enorme caserón, donde habitaba una familia propietaria de extensos campos, de abundante ganado, y, en fin, colmada de bienes, había una habitación amueblada de manera muy distinta, "más a lo moderno", pues el hijo mayor, que fue a estudiar a la capital, se enamoró de una "señorita de ciudad", se hicieron novios, y determinaron casarse.
Por lo visto, ella puso objeciones al hecho de tener que dejar su vida ciudadana..., pero su novio la convenció de que sólo sería por un tiempo, hasta que pusiera las cosas en orden, y lograra obtener un trabajo acorde con su carrera, eso sí, en la capital...
La familia, echó la casa por la ventana, hizo reformas, y se trató de que la "señorita", como solían llamarla cuando se referían a ella, no echara en falta ninguna de las comodidades a las que estaba habituada.
Y se casaron, y pasó el tiempo...
Pero la chica no veía el momento de salir del pueblo, de abandonar aquella vida, y comenzó a presionar a su marido para que volvieran a la capital...
Él, que llevaba la administración de los bienes familiares, se encontró en una posición difícil. No podía desentenderse de todo, no podía dejar a su familia sin antes haber puesto las cosas en orden y en manos honestas y responsables.
Ella, seguía insistiendo.
Y, cierto día, sin que mediaran palabras, desapareció.
Fue una verdadera conmoción, a nivel familiar y a nivel local...
En un lugar pequeño, todo va de boca en boca con una rapidez increíble...
El marido abandonado, viajó a la capital, y lo primero que hizo, fue presentarse en casa de sus suegros, quienes, igualmente consternados, nada pudieron decirle...
Vagó por las calles, por los lugares que recorrieron siendo novios..., preguntó..., y tuvo que rendirse a la evidencia de que su mujer había desaparecido.
Las autoridades, por más que lo intentaron, jamás lograron saber nada en concreto.
Desesperado, cansado y abatido, regresó a su pueblo, donde, poco a poco, entró en una crisis de melancolía que, en menos de un año, minó su salud de forma irreversible, y falleció.
Aquella familia, sumida en la desgracia, no vio vuelta buena, dicho sea en términos coloquiales.
Era como si la muerte hubiera extendido sus alas negras sobre aquella casa.
En resumen, que no quedó nadie...
El heredero más directo, un primo hermano, intentó hacerse con la situación, y volver a poner todo en funcionamiento.
Sin embargo, algo le hizo desistir.
Dicho primo, observó que un gato, al que tenía en estima, por ser un animal dócil y hasta cariñoso, se plantaba frente al espejo del tocador, donde la "señorita" tantas veces se había cepillado el cabello, y maquillado y desmasquillado...
Y que, en ocasiones, se mostraba irritadísimo, emitiendo un gruñido sordo, con el pelo completamente erizado.
Luego, se calmaba, y se iba tan tranquilo.
Pero aquellos enfados del gato, le inquietaron de tal manera, que decidió observarlo atentamente.
Un atardecer, el gato, que habitualmente dormía en sus rodillas, se despertó bruscamente y salió corriendo hacia la habitación del matrimonio. Lo siguió, y allí, contempló horrorizado, cómo gruñía frente al espejo, y que de vez en cuando, se lanzaba contra el cristal, intentando arañar y morder..., a "algo" que sólo él veía...
En uno de los arrebatos de furia del felino, el primo del marido abandonado, pudo ver con toda claridad, que brotaba sangre del espejo, cuando lo arañaba con sus uñas afiladas...
Asustado, salió corriendo de allí, hizo que prepararan su equipaje inmediatamente, y, subiendo a su automóvil, se alejó del pueblo..., al que jamás regresó...
En esencia, esta es la historia que escuché, siendo niño, y que queda un tanto deshilvanada...
Pero es todo lo que recuerdo...
(Imagen: "Salem y Chiara", de "lasfotosdelcoco").
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