Hace muchos años, cuando vivía con mis abuelos, y era un estudiante de segundo curso de Bachillerato, del de los años sesenta, por supuesto..., tenía que cumplir todas las noches una obligación: Iba con una lechera de aluminio, a casa de un matrimonio, a llenar el recipiente con leche recién ordeñada...
Al entrar en aquel patio, el olor de los establos, se percibía fuerte, intenso, pero me agradaba... Me asomaba para contemplar las vacas, a la luz de una débil bombilla, y luego, tras pagar el blanco contenido, regresaba para cenar...
Brillaba la luna de primavera...
Rodeada por un halo, que, según se decía, auguraba frío...
Sentado a la mesa, mientras tomaba la consabida sopa y la tortilla de patatas, mi abuelo dijo:
"-¡Catorce de abril...!"
A lo que mi abuela respondió, de forma lacónica, y con un suspiro:
"-¡Sí...!"
Me atreví a preguntar:
"-¿Qué santo es hoy...?"
Mi abuelo, me dirigió una mirada de conmiseración, y me soltó el correspondiente:
"-¡Cena y calla, niño...!"
La abuela, más condescendiente, djo:
"-¡Ay, hijo mío...! Hoy es un día triste... ¡Muy triste...!"
Y, quitándose las gafas, se enjugó unas lágrimas con el pañuelo...
"¡Venga, termina tu cena y a dormir, que mañana tienes colegio...! ¡Y de lo que has visto y oído, ni palabra a nadie, o ya verás tú...!", amenazó el abuelo.
Así que me metí en la cama, perplejo, desconcertado, y sin enterarme de nada...
14 de abril...
Y yo no lo sabía...
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