El sistema político a institucional japonés, siempre me ha parecido de una lógica aplastante, de una consecuencia a toda prueba, de un saber hacer sin fisuras...
Supongamos que la semana que viene, cae el gobierno Zapatero, y nos vemos metidos en unas elecciones...
Y que gana el PP...
Pues bien, pensemos en la revolución que se formaría, al cambiar, en cualquier ministerio, no sólo al ministro titular, sino a todos los componentes del equipo, incluídos los conserjes...
Porque todo está lleno de prebendas, de favores debidos, de compromisos adquiridos...
Y esto, multiplicado por el escalofriante número de ministerios en curso...
Los japoneses, que, dicho sea de paso, se las saben todas, y han aprendido más de una lección a lo largo de la historia, y, lo que es mejor, no la han olvidado, cuando celebran elecciones, lo único que cambian es al primer ministro, y a los ministros o secretarios de los diferentes departamentos que administran el país.
Un ministerio, en Japón, se compone sólo de funcionarios de carrera, hasta el rango de viceministro, inclusive.
Aquí..., cualquier chichirimundi puede ocupar una dirección general, cuando no la titularidad de un ministerio...
Y así nos va...
Cualquier cargo obtenido, parece llevar consigo el derecho a "hacerse el ajuar"...
Y claro, quien más y quien menos, lo hace...
Reflexionemos un poco sobre todo lo que sobra..., reflexionemos sobre el gasto que supone un gobierno como el nuestro, con ministerios "florero", "asesores" a tutiplén y cargos hasta para regar las macetas del edificio ministerial...
¡Una puñetera locura...!
En fin, reflexionemos un poco sobre ello, hagamos cuentas, y, llegaremos a la conclusión de que para mantener semejante maquinaria gubernamental, hace falta sangrar a quien sea, lo mismo da empresario que trabajador, si no, el catafalco se desmoronaría como castillo de naipes...
Reflexionemos, sí, aunque sólo sea un momento, y comprobaremos que se nos ponen los pelos de punta...
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