Hoy, hacía un poco de sol sobre la montaña donde vive el Coco, no soplaba el viento, y la temperatura era agradable... El Coco, con el pájaro oscuro sobre su hombro derecho, ha salido a ver cómo volaba el milano, y a contemplar cómo jugueteaban los dos zorros que viven en su cueva...
Durante un momento, se ha quedado solo con el pájaro oscuro, y ha visto algo entre los matorrales aún desnudos...
Un espíritu errante, enredado entre las ramas, como una tenue niebla, lo miraba con sus profundos ojos tristes.
El Coco se ha acercado lentamente, pues estos espíritus suelen ser tímidos, y le ha susurrado: ¡...hola...! ¿Te has perdido...?
El espíritu errante, con sus profundos ojos tristes, ha permanecido en silencio...
-Si quieres, puedes venir a mi cueva..., ha dicho el Coco, siempre tan hospitalario...
Entonces, el espíritu errante, con una voz parecida a la de una flauta suave, ha respondido: ...no estoy perdido... ...es que añoro algo que no recuerdo...
El Coco, ha comprendido.
-...siempre que quieras, me encontrarás aquí...
Y el espíritu errante, con su sonrisa triste, se ha desprendido de las ramas y ha volado, tenue nubecilla, sobre una ligera brisa, hasta perderse en la lejanía...
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