Y, tras la lluvia, un hermoso arcoiris, un arcoiris doble, como un símbolo de paz, como una señal de esperanza...
Un arcoiris que lucía de extremo a extremo, y que se duplicaba, como para acentuar su mensaje...
Quizá haya sido algo más que un simple fenómeno atmosférico, quizá haya sido la forma de decirnos que no abandonemos nuestro camino, por duro que nos parezca, porque, al final, hallaremos la recompensa a nuestros esfuerzos...
Un arcoiris, que como el bíblico, que hizo las paces con el patriarca Noé, tras el diluvio, haga las paces con todos nosotros, y cesen de una vez las sombras que nos acosan, terminen los malos momentos, y dé comienzo una nueva etapa, un tiempo nuevo, brillante y distinto, propicio a la sonrisa y la confianza, propicio al buen entendimiento, a una reanudación de la vida en todas sus facetas...
Y, aunque el arcoiris haya desaparecido, que siga luciendo en nuestro corazón...
Para que el 2010, recién estrenado, se un ¡FELIZ, MUY FELIZ AÑO NUEVO!
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