Mis dulces ocho años.
Aquella primavera,
las sábanas al viento,
mediodía de abril.
Un grato olor a limpio
la tarde de los sábados.
Aroma de inocencia,
la calle soleada
llenaban nuestras voces
con los sencillos juegos.
Las horas de colegio
y la oración postrera.
El sueño que venía
casi al oscurecer.
Sus labios ya marchitos
la frente me besaban
y luego suspiraban
al apagar la luz.
Mis dulces ocho años.
Infancia revivida.
Ya no existe el espejo
donde me contemplaba.
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