"...y me daba tanta pena tirarlas..!
Había recorrido tantas sendas con ellas...
Pero estaban destrozadas...
Y con un agujero en la suela...
Las llevé al zapatero del pueblo cercano, y me dijo que la solución era unas botas nuevas...
Así que las dejé, dentro de la caja donde siempre dormían, junto a un contenedor...
¡Habíamos compartido tantas horas solitarias..!
Unas botas no son un objeto cualquiera...
Llegan a convertirse en parte de nosotros mismos..., o casi...
No me volví para mirar el lugar donde las había abandonado...
¡Pobre destino de mis viejas botas..!
Los caminos las recordarán..."
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1 comentario:
También los pies tienen ojos,
negros pozos de conciencia,
atados al camino que sigue
a las suelas de vida usada,
sin garras agujereadas.
¿Y cuando falten los rumbos,
seremos gatos con botas claras?
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